"La vibración de cantos uitoto, mexica, diné y lakota despertaron una energía que estaba dormida..."
Nacida en Colombia. Mujer en sus 30, seguidora de tradiciones ancestrales de América desde hace 4 años. Sensible a los saberes sobre la luna de la mujer, uso copa lunar y siembro mi luna desde hace 3 años; ahora, gestante, hago pagamentos a Dachiname (Madre Tierra), según me han enseñado padrinos mexicas, muiscas, emberas y arhuacos. Reconozco en la palabra escrita y hablada uno de mis dones, puestos al servicio de mi abundancia y de la curación de familiares y amigos. La palabra cantada es una nueva dimensión por descubrir, a partir de la calidez de mi vientre, como dijo una abuela mestiza seguidora de muiscas y saberes hinduístas.
Mi despertar a la conciencia comenzó en un círculo de cantos que se hizo donde yo trabajaba (un museo). La vibración de cantos uitoto, mexica, diné y lakota despertaron una energía que estaba dormida; me condujeron a ceremonias de plantas sagradas y aunque intenté cantar, no lo lograba, por timidez y por falta de entrenamiento. Desde hace unos 6 meses mi canto ha mejorado, y aun más hace un mes y medio, desde que estoy gestando.
No he ido a muchos círculos de mujeres, por mis muchas ocupaciones y porque donde vivo no se hacen mucho. En los pocos en los que he estado me he sentido feliz. Disfruté de uno muy especial hace dos años, dirigido por una abuela emberá y una psicóloga que vive en el Putumayo, selva colombiana; recuerdo otro donde hablamos del huevo de obsidiana; y celebro los almuerzos con mi amiga Sándalo, que aunque son de dos personas, son todos unos círculos de mujeres.
Mi despertar a la conciencia comenzó en un círculo de cantos que se hizo donde yo trabajaba (un museo). La vibración de cantos uitoto, mexica, diné y lakota despertaron una energía que estaba dormida; me condujeron a ceremonias de plantas sagradas y aunque intenté cantar, no lo lograba, por timidez y por falta de entrenamiento. Desde hace unos 6 meses mi canto ha mejorado, y aun más hace un mes y medio, desde que estoy gestando.
No he ido a muchos círculos de mujeres, por mis muchas ocupaciones y porque donde vivo no se hacen mucho. En los pocos en los que he estado me he sentido feliz. Disfruté de uno muy especial hace dos años, dirigido por una abuela emberá y una psicóloga que vive en el Putumayo, selva colombiana; recuerdo otro donde hablamos del huevo de obsidiana; y celebro los almuerzos con mi amiga Sándalo, que aunque son de dos personas, son todos unos círculos de mujeres.
mis dones, puestos al servicio de mi abundancia y de la curación de familiares y amigos. La palabra cantada es una nueva dimensión por descubrir, a partir de la calidez de mi vientre, como dijo una abuela mestiza seguidora de muiscas y saberes hinduístas.
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