Durante los primeros seis meses de este año me he permitido a mi misma verme en el espejo. Como soy, porque soy y para qué soy. Me he tenido que enfrentar con los monstruos que habitan mi sombra y las flores del jardín de mi alma. Yo, sola, me he llevado a lo profundo de la cueva, y cual serpiente he cambiado de piel.
Ha sido duro, he llorado mares, he menstruado miedos, he gritado verdades y mentiras. He tenido que mirar a la niña que un día fui para abrazarle y decirle que todo está bien, que ya pasó. Que ahora la mujer que soy, es la que nos sostiene.
Después de haberme tragado mis propias lágrimas cuando tenía sed, ahora bebo agua. Agua de los más limpios arroyos.
Después de haberme revolcado en el lodo de mis rencores cuando tenía hambre, ahora planto en la tierra. Tierra fértil que da vida a las semillas.
Después de haberme ahogado en el huracán de mis emociones cuando tenía miedo, ahora canto a los cuatro vientos. Vientos que refrescan mi memoria.
Después de haberme quemado con la llama de mi propia ira cuando tenía dolor, ahora enciendo el fuego sagrado. Fuego que cura, limpia y sana.
Me recuerdo como soy. Soy amor, soy paz, soy compasión, soy abundancia, soy placer. Soy música, soy sonido, soy latido, soy canción. Soy inteligencia, soy intuición, soy sabiduría, soy honor. Soy todo eso que siempre quise ser. Soy libre y soy feliz. Soy todo lo que soy porque un día cegada por el miedo fui lo que nunca quise ser.
Imagen: Mandala con sangre lunar
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