Para hablar y honrar mi luna, primero debo agradecer a todo mi linaje femenino y masculino, dar gracias al amor a lo femenino de todo lo que me rodeó antes de que me luna llegue y cuando ella llego a mi vida. Doy gracias a la alegría de ser mujer y haberme reconocido luna cuando mi sangre llegó.
Tengo la bendición de siempre haber escuchado de mis maestras el cariño que se le tiene a la sangre que por el cuerpo de mujer cae. Eso es amarme roja, rojita, sangrante. Amo y aprendo de esa ofrenda de amor incondicional que cada 28 días me viene a visitar. Una ofrenda que me visita, eso siento cuando mi luna llega, calma y me limpia el sentimiento, las penas y la
Foto: altar en Barcelona |
Afuera de mi cuarto, mi amigo y compañero, al que me gusta llamar mi árbol, agradece mis gotitas rojas, se pone fuerte y grande, contento por las ofrendas que recibe, me cuenta como de verdad somos vida que se siente agradecida por la bendición que es la luna, mi luna sangrante cada mes.
No me cabe duda que mi sangre es amor, que es vida y en eso de ser vida a veces se pone oscura, agua que me refleja como yo en mi feminidad he estado en el tiempo pasado, pero sabe que también se puede mostrar y poner clarita, claro fluida, sin dolor y con puro gozo de llegar de hacerme acuerdo que me acompaña y que como todo en el mundo con la oscuridad se puede llegar a la luz y en la luz la oscuridad.
Gracias luna, gracias por ser mi amiga, compañera, mi espejo, fuente de bendiciones y sobre todo mi maestra.
Texto: Sol Palacios
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