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martes, 2 de septiembre de 2014

Un mapa indefinido

Por: Amalia Oviedo. Desenrollo el mapa de mi cuerpo, sobre la cama, mesa de trabajo, mis dedos, lupas… buscan el lugar más lejano…. llegan al límite inferior, lo analizan y  grabado encuentran el recuerdo de la primera vez que toqué la hierba y me hizo cosquillas en las plantas de los pies, cuando mi madre me dejó sentada tomando sol, en el pequeño jardín de la casa.

Sigo mi búsqueda y llego a las rodillas que guardan el ardor de los raspones cuando caí en el cemento intentando saltar la cuerda, más alto que las demás niñas…. Chorritos de sangre que caen por las pantorrillas y la picazón desesperada de la costra seca, eran ambientados por la voz amenazante de mi madre que me prohibía rascarme para evitar cicatriz.
Arte de Chandra Esmeralda

Sigue el recorrido trazado en esta línea de tiempo y me encuentro con los muslos. Apretando firmemente el pubis, el primer calor en el vientre de tus besos, las mejillas llenas de color y las ganas luchando con la “conciencia” que dice: -ya no más… me tengo que ir a mi casa-. Me sigo escrutando, centímetro a centímetro… no en la memoria, sino en la piel que despierta con el toque de mis dedos, de mis lupas, de mi mirada corporal.

Es infaltable llegar al ombligo, al pozo oscuro que guarda, tantas pasiones, tantos tactos, lenguas, dedos. La incansable oreja que recogió los secretos de amantes, amigos y compañeras de vida de juegos, descubrimientos. Todo era posible en la sabana de mi abdomen y cuando ya cansados de crear y recrear el amor, de saltar de una orilla a otra, de rodearte y sumergirnos en ti (ombligo, pupo la marca de mi cordón umbilical) ….Volvía a tu profundidad para reencontrarme, lavarme la cara y seguir adelante… Creciste junto a mí cuando me crecieron los hijos, te pusiste grande y feo, salido, dejando atrás la dulce y tersa imagen que tantos habían alabado. Luego como mi fiel compañero volviste a tu lugar, entraste nuevamente a mis entrañas y me sigues acompañando en el camino.
 
Me pregunto si mi cuerpo será como un globo terráqueo, un planisferio o un mapamundi ¿tendré una división política o geográfica?, nunca fui buena para definirme…

Llego entonces a mi pecho y los recuerdos aumentan y se alborotan, las primeras manos suaves y temblorosas. El cuerpo tiene memoria y la guarda en un mapa que hay que aprender a descifrarlo.
 
Yo en las noches desenrollo el mapa de mi cuerpo para que me recuerde el camino, que sea la brújula que me señale el encuentro con mi corazón.

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