Hoy dejé de fumar. Me fumé el último cigarrillo a las 3 pm, junto con un café, costumbre que heredé de mi padre y de mi abuela materna, a quienes veía disfrutarlos y gozar, y deleitarse y darse un momento del día para ellos mismos mediante este “ritual”. Dejé de fumar después de 20 años de fumar continuamente, salvo raras excepciones: porque no tenía cigarrillos, porque estaba hospitalizada, porque logré dejarlo por periodos, pero para volver a fumar después.
Pintura: Sandra Esmeralda "Chandra" |
Hoy dejé de fumar porque ahora sí tengo la conciencia de lo que he leído y escuchado: que fumar deteriora los pulmones, causa mal olor en el cabello, ropa y boca; afecta a los no fumadores que nos rodean; limita el estar con los otros pues aleja de los espacios sociales y cada vez más exige estar solo para poder fumarse el vicio y perpetuar el hábito. Y es que parte de la adicción al cigarrillo tiene que ver con ese darse a un tiempo para uno mismo, como veía lo hacían mi padre y mi abuela y otros adultos que fuman, solos o con otros fumadores; pero, si observaba bien, me daba cuenta que quienes están fumando, está cada cual en lo suyo; y eso yo lo viví, hasta hoy.
A pesar de que hace más de cuatro años aprendí que fumar no es lo mismo que levantar un tabaco, seguí fumando. Levantaba tabaco, pero seguía fumando. Aprendí que una cosa es el vicio del cigarrillo y otra el servicio del tabaco; que uno es el aislamiento que proporciona el cigarro y otra la conexión que facilita el tabaco; que el cigarrillo se aspira mientras el tabaco no; que el cigarrillo es un fantasma de la compulsión y el tabaco un espíritu del amor.
Hoy dejé de fumar pues me importa más la vida, la salud y el bienestar; me interesa compartir y crear un vínculo energético; deseo la apertura y la activación de lo colectivo: todo esto favorecido por el tabaco. En cambio, con el cigarrillo se va hacia una muerte prematura, una salud quebrantada por resfriados, ahogos y toses; una soledad para nada acompañada, una compañía quimérica, disfrazada, aunque se esté con otros fumadores.
Foto: Alexandra Cornejo Ecuador 2014 |
Poco a poco, en contacto con seguidores de las memorias ancestrales de América me encontré con otra relación con el tabaco: no es lo mismo fumar que rezar. Cuando se reza con tabaco, la persona se sienta con las piernas cruzadas o de rodillas, como señal de respeto, pues se trata de un espíritu, el espíritu del tabaco, primera planta maestra que recibió en ser humano, franqueando la frontera entre medicina y alimento. Al levantar un tabaco hablamos al Gran Espíritu, a la Diosa Creadora, a los ancestros, para agradecer y pedir; al levantar un tabaco, en círculo, decimos la verdad, sin odio ni miedo, sin ofensas, sin importancia personal; nos hacemos parte del todo del cosmos, de nuestra realidad individual y colectiva, con humildad y fortaleza.
Texto hecho por Diotima Ra: Nacida en Colombia. Mujer en sus 30, seguidora de tradiciones
ancestrales de América desde hace 4 años. Sensible a los saberes sobre
la luna de la mujer, uso copa lunar y siembro mi luna desde hace 3 años;
ahora, gestante, hago pagamentos a Dachiname (Madre Tierra), según me
han enseñado padrinos mexicas, muiscas, emberas y arhuacos.
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