Por: Paulina Oviedo [Mindo, Ecuador] A través del tiempo nuestros pueblos originarios han representado el mundo espiritual desde lo sutil de la energía de la creación.
Hemos caminado por bellos senderos de la mano de nuestros abuelos, ellos nos han compartido la importancia de manifestar con arte un agradecimiento a la creación de una manera visible y concreta, es por esto que queremos comunicar nuestro entendimiento sobre “El cuerpo como un lienzo para el arte sagrado”.
Acceder al mundo espiritual a través de las medicinas ancestrales, la respiración, la meditación o ejercicios específicos que abren este camino, conlleva la responsabilidad de plasmar las enseñanzas, de una forma visible y legible en el espacio que habitamos.
La pintura corporal abre canales que nos conectan con el mundo espiritual y a través de sus líneas puntos y colores los guardianes de esta dimensión nos transmiten enseñanzas y mensajes que nos ayudan a desenvolvernos en la vida cotidiana.
Cuando nos pintamos el rostro o el cuerpo encontramos una forma lúdica de exploración, recordando el juego, la niñez, la magia de la representación. Usar el cuerpo como lienzo permite aflorar nuestro instinto, quitarnos la vergüenza. Detrás de la máscara encontramos la posibilidad de personificar o tomar posesión de un espíritu, del “Yo quiero ser”, quitarnos la timidez y perder el miedo de hacer el ridículo, romper formas preestablecidas del “Deber ser” que la sociedad espera, “Yo debo ser de tal forma para llenar las expectativas de un grupo social”.
Seguramente tenemos sobre nosotras, muchas miradas de incomprensión o incluso de burla, miradas que continuarán su desaprobación, hasta que experimenten lo que realmente significa romper nuestras estructuras y volver a recrearnos sin esquemas. Nosotras no buscamos aprobación o halagos, solo somos lo que soñamos y en este camino, sin prejuicios, encontramos nuestro poder.
Este ejercicio nos ayuda a empoderarnos desde la creación pura de lo que queremos ser y al hacerlo ponemos el arte al servicio de la creación, de encontrar nuevamente nuestro poder fuera de los patrones establecidos por la sociedad. Incursionar en un animal de poder o trabajar con una energía (agua, fuego, tierra, aire) que queremos encarnar en nuestros cuerpos, nos permite actuar desde nuestro instinto, poseernos por la energía primigenia.
El trabajo con las líneas, puntos y colores en el cuerpo, permite que las mujeres, los hombres, el ser humano, encuentre su senda de expresión, a través de la exploración del arte corporal.
Fotos: Gustavo Pazmiño