En la oscuridad nuestros oídos pueden oír mejor, nuestros cuerpos pueden sentir más, la respiración es fuerte…
En la oscuridad, en la tibieza, en el arrullo, en el vapor volvemos a confiar, confiamos en el vientre que nos sustenta, vientre de una madre llena de fuerza, de una madre que nos ama y que nos canta, de esta madre que nos ha parido y en ella volvemos a renacer.
Sabemos que no estamos solos, que a nuestro lado están sentadas personas que han venido con motivos coloridos a re-conocerse. La voz de una mujer se levanta, nos cuenta en donde es que estamos, nos habla con dulzura y su rezo se expande llamando a las piedras, “abuelas” como decimos algunitos al reconocer su tiempo y compañía en este planeta, vienen cargadas de fuego después de haber estado recibiendo el calor de una flecha ardiente encendida desde hace ya varias horas. Una por una van siendo saludadas al ingresar en nuestro templo, destellan estrellas con el roce de las flores y esencias sacadas de una cajitas y bolsitas de diversas texturas. 7 piedras han entrado y es entonces cuando el agua es vertida sobre las piedras y nos llenamos de vapor, respiramos, sudamos y recordamos en nuestros átomos nuestra esencia, los cantos se expanden a nuestro alrededor, voces y voces sin origen especifico nos rodean , voces adentro , voces afuera, cantos que son medicina para el ser son entonados desde voces benditas, un tambor y una sonaja y las gotas de las piedras y las gotas de las pieles se unifican para caer danzando sobre la tierra desnuda con ritmo constante y sin apuro.
La abundancia la vemos en todos los colores presentes, en los alimentos que los asistentes han traído para compartir, la vemos en la cantidad de ojos atentos, de manos, voces que cantan , que cuentan , que dicen. La abundancia se manifiesta en los instrumentos musicales, en el arte con el que Mujeres de Luna han dedicado para que todo esté con el mayor orden y la mayor belleza posible. Este grupo de mujeres trabajan juntas desde hace tiempo y su sincronía es cada vez más aguda desde distintos movimientos dentro de este ritual. Sus corazones unidos que han realizado esta invitación, son la misma miel para todos los que han venido a compartir este día.
Y así sin que el tiempo parezca presente se mueve la tarde y llega la noche, se mueve La tierra, se mueve la luna y las estaciones, y es que justo para estos tiempos se han puesto de acuerdo el Equinoccio de Otoño, un eclipse de Luna y esta Luna llena para saludarse de cerquita. Y aquí, nosotros celebramos, agradecemos, y renacemos desde el patio de una casa en Tumbaco, desde Ecuador, en la mitad del planeta tierra, para no olvidar la belleza de la toda la vida que sucede en este instante.
Texto: Sophya Ramírez
Fotos: Augusta Almeida